Con la llegada del buen tiempo y con las diferentes fases que nos irá permitiendo, poco a poco, ir saliendo a la calle, nos empiezan a bombardear con anuncios sobre dietas milagro para apresurarnos con la pérdida de peso.
Las dietas milagro son dietas que prometen lograr unos resultados rápidos en muy poco tiempo a base de prohibir o promover la ingesta de un alimento o grupo de alimentos concretos y que están dirigidas a la población general sin tener en cuenta las características y necesidades individuales.
Seguir este tipo de dietas conlleva una serie de riesgos para la salud ya que se caracterizan por ser dietas agresivas, con bajo contenido calórico y deficitarias en nutrientes. Es cierto que probablemente bajemos de peso, pero hay que tener en cuenta que gran parte de ese peso perdido se trata de pérdida de líquidos y masa muscular, no de masa grasa, que es lo que interesa perder. Además, nuestro organismo se acaba adaptando a esa menor ingesta de calorías y ralentiza su metabolismo. Por ello se produce el temido “efecto rebote” en cuanto volvemos a nuestros hábitos.
Estas dietas no son sostenibles en el tiempo y las consecuencias tanto fisiológicas como psicológicas pueden ser graves. Para lograr una pérdida de grasa efectiva no hace falta pasar hambre, si no que debemos ver qué falla en nuestra alimentación y realizar poco a poco un cambio de hábitos dietéticos, así como ayudarnos del ejercicio físico y un buen descanso. Cabe destacar que muchas veces hay un componente de ansiedad detrás de los “atracones” de comida que deberíamos solucionar, o al menos ser conscientes de que tenemos un problema antes de embarcarnos en algún tipo de dieta.
Una estrategia útil es proponernos objetivos a corto plazo, por ejemplo, centrarnos en cambiar la primera semana un desayuno a base de bollería industrial por una alternativa más saludable y que también nos guste, como por ejemplo unas tostadas integrales con huevos revueltos y fruta. Una vez logremos ese pequeño objetivo, nos podemos plantear un segundo y de esta forma seguir mejorando el resto de la alimentación sin tener que poner en riesgo la salud.
Buscar el apoyo de un dietista – nutricionista es una buena idea para perder peso de forma segura y sostenible en el tiempo.
El profesional se encargará de valorar de forma individual las necesidades de cada persona según su ritmo de vida, adaptará la dieta teniendo en cuenta las patologías y los gustos alimentarios.
Y lo más importante, mediante una reeducación alimentaria te dará las herramientas necesarias para que aprendas por ti mismo a comer de forma saludable y que seas capaz de mantener esa pérdida de peso indefinidamente sin tener que recurrir a dietas extremas. Además de buscar lo ideal para ti de manera individualizada, olvídate de esa foto en la nevera de esa modelo a la que te quieres parecer, cada cuerpo es único y su comportamiento frente a la misma dieta e incluso la misma tabla de ejercicios puede tener resultados visuales diferentes.
Pilar Forte, @nutricion.pilarforte nutricionista especializada en Sanus Vitae
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