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Las proteínas son un nutriente fundamental de la dieta. Las recomendaciones nos dicen que el 15-20% de las calorías de la dieta diaria deben de provenir de las proteínas. Cada persona y cada deportista tiene unas necesidades diferentes de proteínas que el cuerpo utiliza para reparar tejidos, sustentar la ganancia de masa muscular e incluso para oxidarlas en el caso de entrenamientos de larga duración.

Aunque en momentos puntuales nuestra dieta no se adapte a esos valores, un exceso de proteínas prolongado en el tiempo conlleva riesgos para la salud. Una dieta hiperproteica no significa basada en proteínas. Se puede tener una dieta con mayor aporte de hidratos y grasa siendo aun así hiperproteica por la cantidad que consumimos respecto a nuestro peso corporal.

Muchas veces con eso de que hay que comer proteínas para aumentar músculo se nos puede ir la mano y tener una dieta excesiva en proteínas. Esto significa que nuestro organismo no puede almacenarlas y tiene que deshacerse de ellas, con el consecuente esfuerzo orgánico que ello supone y sus respectivos efectos secundarios:

  • Para digerir las proteínas y convertirlas en aminoácidos el estómago segrega ácido. Como puedes deducir una dieta alta proteica puede provocar ardor o reflujo y dañar las paredes del estómago.
  • El exceso de proteínas hay que eliminarlo en las células, que producirán energía y restos metabólicos como el amoniaco y otros metabolitos que en altas concentraciones pueden ser tóxicos.
  • Se sobrecarga de trabajo al hígado y riñones al eliminar gran cantidad de metabolitos que genera una dieta alta en proteínas.
  • Debido a que el exceso de proteínas hay que quemarlo, esto genera energía y puede aumentar el calor corporal y aparecer un cuadro de deshidratación.

 

Aunque muchos de estos efectos secundarios ya aparecen cuando el exceso es muy pronunciado, no conviene pasarse con las proteínas. Si hay un exceso el cuerpo no lo necesita y se tiene que deshacer de él, es ahí cuando empiezan los problemas.

El problema más peligroso es  que las proteínas acidifican el medio afectando a funciones neuronales, cardiovasculares, respiratorias y óseas.

El organismo reacciona a la acidificación, por un lado el amonio en el hígado se transforma en urea, menos tóxico pero que de todas formas hay que eliminar. Después el riñón  aumenta el volumen de orina reteniendo más agua para poder eliminar este exceso de urea y amoníaco. Esto conlleva cierto grado de deshidratación, con lo que si a una dieta alta en proteínas le sumas baja hidratación estamos aumentando el problema.

Por otro lado este amonio también se neutraliza con fosfatos para poder excretarlo, en concreto con fosfato cálcico, ya sea del calcio procedente de la dieta o directamente del propio hueso, por lo que puede haber riesgo de descalcificación ósea. Esto tiene consecuencias inmediatas, sobre todo en el deportista: riesgo de fractura.

Por lo tanto, si crees que tu alimentación es hiperproteica deberías consultar a un nutricionista que evalué tu alimentación y que te adapte un dieta equilibrada según tus necesidades dependiendo de tu tipo de actividad física, edad, hábitos alimentarios, trabajo, etc.

Andrea Ferrandis Escoto